Comentario
De un escándalo que causó un tigre entre los españoles y los indios
Caminando el gobernador y su gente por la vera de unas arboledas muy espesas, ya que quería anochecer atravesóse un tigre por medio de los indios, de lo cual hobo entre ellos tan grande escándalo y alboroto, que hicieron a los españoles tocar alarma, y los españoles, creyendo que se querían volver contra ellos, dieron en los indios con apellido de Santiago, y de aquella refriega hirieron algunos indios; y visto por los indios, se metieron por el monte adentro huyendo, y hobieran herido con dos arcabucazos al gobernador, porque le pasaron las pelotas a raíz de la cara; los cuales se tuvo por cierto que le tiraron maliciosamente por lo matar, por complacer a Domingo de Irala, porque le había quitado el mandar de la tierra, como solía. Y visto por el gobernador que los indios se habían metido por los montes, y que convenía remediar y apaciguar tan grandes escándalos y alboroto, se apeó solo y se lanzó en el monte con los indios, animándolos y diciéndoles que no era nada, sino que aquel tigre había causado aquel alboroto, y que él y la gente española eran sus amigos y hermanos, vasallos de Su Majestad, y que fuesen todos con él adelante a echar los enemigos de la tierra, pues que los tenían muy cerca. Y como ver los indios al gobernador en persona entre ellos, y con las cosas que les dijo, ellos se sosegaron, y salieron del monte con él; y es cierto que en aquel trance estuvo la cosa en punto de perderse todo el campo, porque si los dichos indios huían y se volvían a sus casas, nunca se aseguraran ni fiaran de los españoles, ni sus amigos y parientes; y ansí, se salieron, llamando el gobernador a todos los principales por sus nombres que se habían metido en los montes con los otros, los cuales estaban muy atemorizados, y les dijo y aseguró que viniesen con él seguros, sin ningún miedo ni temor; y que a los españoles los habían querido matar, ellos habían sido la causa, porque se habían puesto en arma, dando a entender que los querían matar, porque bien entendido tenían que había sido la causa aquel tigre que pasó entre ellos y que había puesto el temor a todos, y que pues eran amigos, se tornasen a juntar, pues sabían que la guerra que iban a hacer era y tocaba a ellos mismos, y por su respecto se la hacía, porque los indios guaycurúes nunca les habían visto ni conoscido los españoles, ni hecho ningún enojo ni daño, y que por amparar y defender a ellos, y que no les fuesen hechos daños algunos, iban contra los dichos indios.
Siendo tan rogados y persuadidos por el gobernador por buenas palabras, salieron todos a ponerse en su mano muy aterrorizados, diciendo que ellos se habían escandalizado yendo caminando, pensando que del monte salían sus enemigos, los que iban a buscar, y que iban huyendo a se amparar con los españoles, y que no era otra la causa de su alteración; y como fueron sosegados los indios principales, luego los otros de su generación se juntaron, y sin que hobiese ningún muerto; y ansí juntos, el gobernador mandó que todos los indios allí adelante fuesen a la retaguardia, y los españoles en el avanguardia, y la gente de a caballo delante de toda la gente de los indios españoles; y mandó que todavía caminasen como iban en la orden por dar más contento a los indios, y viesen la voluntad con que iban contra sus enemigos, y perdiesen el temor de lo pasado, porque, si se rompiera con los indios, y no se pusiera remedio, todos los españoles que estaban en la provincia no se pudieran sustentar ni vivir en ella, y la habían de desamparar forzosamente; y así fue caminando hasta dos horas de la noche, que paró con toda la gente, a do cenaron de lo que llevaban, debajo de unos árboles.